Campaña de Francia - Ernest Meissonier


De un formato pequeño, bastante inusual para una pintura de historia militar, este cuadro tiene que ver sobre todo con la pasión de Meissonier por la pintura flamenca y holandesa del siglo XVII y muestra su destreza hábil y pulida. A pesar de las reducidas dimensiones, la amplia extensión de la llanura vacía y el bochornoso cielo gris potencian la escena, así como la perspectiva dilatada alrededor de la figura central del emperador, magnificado por un punto de vista levemente inferior.
Los más pequeños detalles están reconstruidos minuciosamente: la barba incipiente de Napoleón, las venas en las patas de los caballos, la nieve sucia por la marcha de las tropas… El director de la Escuela de Bellas Artes, Charles Blanc, decía de Meissonier que "pintaba con grandeza en miniatura".
El pintor aplica la misma meticulosidad, de historiador esta vez, a sus investigaciones preparatorias: reúne una abundante documentación, interroga a diversos testigos oculares y pretende obtener, sin éxito, el préstamo de la levita gris del Emperador.
El enfoque de Meissonier se instala en el movimiento de realismo histórico que invade la pintura y la escultura bajo el Segundo Imperio. El episodio elegido, pese a suceder después de varias victorias, anuncia las próximas derrotas. Ninguna acción, ningún acontecimiento, solo una atmósfera de soledad y de agobio. Las dudas y la resignación de los oficiales, así como de la tropa, son perceptibles y se oponen a la determinación de un Napoleón aislado. Estos sentimientos están subrayados por la gama de colores: toda la escena utiliza tonos ámbar y grises, registros sordos y abatidos. Los protagonistas no pisan una nieve virgen, sino un suelo embarrado.
Campaña de Francia, 1814 es de hecho el primer cuadro de un ciclo inacabado de las conquistas napoleónicas y por el que Meissonier obtuvo un inmenso éxito.

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