Eros y Psique - Antonio Cánova 1793

Esta obra de Canova fue encargada por el coronel inglés John Campbell (Lord Lawdor), pero acabó siendo adquirida por el marchante y coleccionista holandés Henry Hoppe en 1800 y al final por el mariscal de Napoleón Joaquín Murat, que la hizo transportar hasta su castillo, donde se dice que fue admirada por el propio Napoleón. El modelo fue comenzado en 1787, y la obra terminada en 1793. Para la composición Canova se inspiró en una pintura de Erculano con Fauno y una baccante.
Según el propio Canova, esta obra representa el momento en que Eros (el amor) acude a despertar a Psique (el alma), del profundo e infernal sueño en el que había quedado sumida tras haber abierto el jarrón que le había entregado Proserpina, la diosa del Infierno, mujer de Plutón. Una representación basada en la obra del latino Apuleyo en su obra, El Asno de Oro.

La obra representa de una forma muy efectista todo el amor, la pasión y el deseo que surge repentinamente entre los dos amantes. En el abrazo mutuo, ambas cabezas quedan enmarcadas entre los brazos, creando un centro de atención principal. Las líneas convergentes de las alas y las piernas del dios forman un aspa (una x) que concentra aún mas la visión en ese centro. El cuerpo de la joven es una prolongación de esta estuctura, los brazos y las piernas, forman parte de una diagonal prolongada. Al mismo tiempo toda la composición tiene una forma espiral que acentua la unión de las dos figuras y el sentimiento de liberación del sueño, en el gesto de Psiquis de abrazar hacia lo alto, a quien viene a despertarla.
Las figuras están dispuestas en una posición de tal dificultad que nos producen al mismo tiempo, una complejidad psicológica, y una carga fuertemente erótica. A pesar de ello toda la escena desprende una gran sensación de ternura.

La escultura está formada por una estructura muy articulada que origina una composición centrípeta, con un gran contraste entre el material y el vacio, entre la luz y la sombra. Se convierte al mármol en el material ideal para representar el calor de los cuerpos, la vitalidad y el sentimiento, algo que parece alejado de un material en apariencia frio y alejado de la naturaleza viva.

Canova se recrea en el conocimiento de los clásicos, vuelve sin complejos su vista hacia las composiciones griegas y romanas, hacia sus técnicas  nunca superadas y hacia sus motivos, sus fuentes y sus misterios mitológicos. Es el retorno hacia la perfección de formas, el gusto por el desnudo y la recuperación de la delicadeza en el cincelado de las superficies.

Escultura neoclásica de Antonio Canova, Mármol.155 x 168 cm. París, Museo del Louvre.

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